"Papa y circo", por Gonzalo Carranza

La protesta de los productores de papa aún no termina, a pesar de la "solución" alcanzada por el nuevo ministro de Agricultura, José Arista: autorizar el uso de las regalías mineras por parte de cinco regiones para que compren los excedentes de producción y los destinen a programas sociales.

Los productores protestan por la caída del precio de la papa blanca. Algunos de sus voceros señalaron equivocadamente como fuente del problema la importación de papa congelada y precocida para negocios de comida rápida y pollerías. Pero esta importación es marginal frente a la producción y el consumo total de papa en el país (menos del 1%) y minoritaria en el segmento de restaurantes mencionado (alrededor del 20%).

En cambio, el Minagri ha señalado como causa del descenso en los precios la acumulación de producción en los últimos meses del 2017, debido a las distorsiones en el clima por El Niño costero. A ello se sumaría una caída, si bien marginal, en la demanda, de acuerdo con declaraciones a RPP de Celfia Obregón, directora del Centro de Innovación Productiva y Transferencia Tecnológica (CITE) de la Papa y los Cultivos Andinos.

Estaríamos, entonces, frente a un puro fenómeno de oferta y demanda, de esos a los que el Minagri, desde la anterior gestión de José Manuel Hernández, parece ser alérgico. Recuérdese, si no, sus reacciones cuando, por los mismos factores climáticos y económicos, subió el precio del limón.

La compra de los excedentes de producción ha sido criticada desde varios frentes. "¿Con qué criterio compras el excedente a los productores de papa y no a los de cebolla o ropa? Desde el punto de vista estrictamente técnico, no es una medida adecuada", cuestionó a este Diario Manuel Glave, investigador principal de Grade.

La supuesta solución no hace sino crear un claro riesgo moral a costa del fisco. "Si de aquí a ocho meses o un año tenemos la misma situación y se opta por la misma salida, vamos a tener un problema económico", apuntó el ex viceministro de Hacienda Carlos Oliva. Por otro lado, el empleo de las regalías mineras para ejecutar la medida se sale del marco legal que regula la utilización de estas por parte de los gobiernos subnacionales, que indica que este debe ser "exclusivamente para el financiamiento o cofinanciamiento de proyectos de inversión productiva".

¿Significa esto que el Estado debe cruzarse de brazos mientras los productores de papa se someten a las fuerzas del clima y del mercado? No. El Estado puede trabajar en tres frentes sin caer en el facilismo populista. El primero es proveer información para que los agricultores tomen mejores decisiones. Este es un aspecto en el que propio Arista ha aceptado que el Minagri falló.

Otro frente es la apertura de mercados para la papa peruana en el mundo. "No exportamos papa por un problema fitosanitario", ha dicho Arista. Justamente, recae en la Digesa, adscrita a su ministerio, avanzar en ese desafío.

Finalmente, el Estado puede impulsar la investigación y la innovación en torno de la papa. Para ello está el Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA) y, también, desde junio del año pasado, el mencionado CITE Papa, una iniciativa privada con financiamiento público.

Fortalecer estas entidades y enfocar mejor su trabajo es una prioridad urgente e importante. Los S/7,5 millones que se destinarán a la compra de papa suenan a poco en el presupuesto público, pero casi alcanzan para financiar el presupuesto promedio anual de dos estaciones experimentales del INIA. Arista heredó una papa caliente y todo indica que rubricó una salida planteada y negociada en gran medida por su antecesor. Ojalá que, cuando se enfríen los ánimos, pueda mirar la papa con visión de futuro.

Fuente: elcomercio.pe|Gonzalo Carranza