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La buena cosecha
  • La buena cosecha

    TRABAJO CONJUNTO DE LA FAO Y EL MINAGRI
    El proyecto Semillas Andinas busca dar granos de la mejor calidad a los pequeños agricultores altoandinos para que eleven su productividad y puedan autoabastecerse con semillas de alto rendimiento.

    Afalta de semillas de calidad, usaban las propias. “Los campesinos aplicaban criterios empíricos y sus semillas no tenían garantía, lo que se traducía en bajos rendimientos”, dice el coordinador regional del proyecto Semillas Andinas, Gonzalo Tejada. Hoy, con las semillas de calidad, la producción es alta. Y la mirada al futuro, distinta.
    Semillas Andinas es el proyecto de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO) y el Ministerio de Agricultura (Minagri) que beneficia a los pequeños agricultores que poseen una hectárea por familia.

    Es un proyecto regional ejecutado en el Perú, Ecuador y Bolivia. En nuestro país trabaja con 582 familias; en Ecuador, con 432; y en Bolivia, con medio millar.

    Capacidad de producción
    “Queremos demostrar que los agricultores altoandinos son capaces de producir y abastecerse de semillas de calidad, pues se asume que solo las empresas ligadas con agricultura comercial, de la Costa, pueden producir semillas certificadas”, dice Tejada.

    Se cree también que poseer poco territorio limita a los productores. Sin embargo, explica el especialista, “demostramos que los agricultores, organizados y capacitados, pueden producir semillas de alta calidad y cumplir las exigencias de la certificación”.

    El proyecto regional se inició en 2011 y terminará este año.

    En los tres países trabaja exclusivamente con semillas de cinco cultivos. En el Perú, en los departamentos de Huánuco, Ayacucho, Puno y Apurímac, con papa, quinua y maíz.

    Crear productores
    En cada lugar se hizo un diagnóstico para conocer el nivel de producción de los cultivos. El fin era promover la formación de organizaciones de productores de semillas certificadas.

    En promedio, encontraron que la papa rendía 8 toneladas por hectárea; el maíz, una, y la quinua entre una y 0.9 tonelada. Además, solo 0.4% de sus agricultores usaba semilla certificada de papa; 0.2%, de maíz. Y en quinua, el porcentaje era nulo, pues no había una norma de producción.

    Entonces, el proyecto entregó por única vez semilla registrada proveniente de universidades o del Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA), la que se vuelve a sembrar y de la que se obtiene semilla certificada.

    Forma de trabajo
    Pero, ¿cómo es una buena semilla? Gonzalo Tejada explica que cuando uno siembra buenas semillas en el campo, la mayoría tiene la capacidad de germinar y se convierte en planta. Eso es calidad fisiológica.

    En cada etapa, el INIA supervisaba la calidad desde la siembra, crecimiento y cosecha. Se verifica que se cumplan los parámetros o estándares para contar con un producto altamente confiable.

    Antes, los campesinos utilizaban los productos más pequeños para semillas, pero en la siguiente generación había plantas enfermas y poco vigorosas. Con el actual proceso de producción se garantiza que en la siguiente campaña las plantas alcancen su máximo potencial.

    Cada región mostraba diferentes procesos de desarrollo: Ayacucho y Huánuco producían entre 13 y 17 toneladas de papa; tenían mejores semillas por su cercanía con centros de producción, universidades y empresas proveedoras. Puno, en cambio, solo alcanzaba las ocho toneladas, por enfrentar condiciones más agrestes.

    Luego se seleccionó a las organizaciones de agricultores, y se eligió a las de mayor potencial para producir semillas. Para ello, la FAO y el Minagri realizaron un trabajo articulado con los tres niveles de gobierno. Los técnicos del INIA, que ayudaron a identificar a las asociaciones, apoyaron a las escuelas de campo y la difusión del uso de semillas.

    A la fecha han formado más de 90 organizaciones en tres países, 32 en el Perú, 29 en Bolivia y 29 en Ecuador. Pero estas asociaciones evolucionan y se convierten en cooperativas, como sucede en Ayacucho.

    Al final todos ganaron. Estos pequeños agricultores fueron reconocidos por el INIA como productores de semillas; además, sus organizaciones están formalmente establecidas y tienen personería jurídica.

    Por ello, muchas participaron en fondos concursables, como Procompite, que les permitió comprar tractores y diversos equipos.

    “No solo sucedió en el Perú, sino también en Ecuador y Bolivia. No lo buscábamos, es un efecto colateral positivo. Son modelo de empresa de pequeños productores. Eso va de la mano con lo propuesto por el Gobierno: la inclusión social”, dice.

    Mejora de rendimientos
    La buena semilla dio los frutos esperados por el programa. Solo se les entregó el primer año, abono y maquinaria, y se sembraron 57 hectáreas de tierra.

    Al segundo año fueron 125 hectáreas; y en el tercero, 204. “Actualmente, ofertan 2,700 toneladas de semillas y han vendido 80% de su producción”, indica el coordinador nacional, el ingeniero agrónomo Rember Pinedo.

    Los rendimientos en las regiones de Puno y Ayacucho se han triplicado, comparados con los de la semilla tradicional. Y los costos de producción continúan siendo los mismos, solo que en vez de semilla propia es certificada.

    Por cada nuevo sol invertido en semilla recuperaron sus costos y ganaron 1.73 nuevos soles más: una rentabilidad mayor al 100%. Y hubo cultivos más rentables que otros.

    Quinua redituable
    La quinua resultó la más rentable, quizá porque 2013 fue su Año Internacional y hubo actividades de promoción. “Jugó un rol importante la Primera Dama. Fue la gran promotora del cultivo dentro del país y fuera de él. En los otros cultivos, la rentabilidad también resultó alta”, precisa Tejada.

    Y entre los tres países, los cultivos fueron más rentables en el Perú. La rentabilidad tiene que ver con la situación económica del país. “Cuando se inició el proyecto se partió de cero, hubo un crecimiento rápido. A futuro, quizá el crecimiento no sea tan alto”, señala.

    El negocio de la semilla depende del cultivo, pues, por lo general, vale el doble que el producto. Todos quieren sembrar quinua; por eso, los gobiernos regionales y entidades, incluso desde el extranjero, compran su semilla.

    El proyecto
    Trabaja en las provincias de Acomayo, Huánuco, Ambo, Pachitea, Yarowilca (Huánuco). En Puno: Carabaya, Lampa, El Collao, Chucuito y Yunguyo. En Ayacucho: Cangallo, Huamanga, Vilcashuamán, Huanta y Víctor Fajardo. En Andahuaylas (Apurímac).

    Sus promotores han recibido solicitudes del Gobierno Central y de las regiones. Han participado en licitaciones públicas en Ayacucho y Huánuco.

    Varias de las organizaciones obtuvieron premios. En Puno, dos asociaciones de producción de mujeres fueron reconocidas y aparecieron en la cinta Buscando a Gastón.

    En el Festival Regional de la Papa Amarilla de Huánuco, sus organizaciones obtuvieron distinciones durante tres años consecutivos.

    2,000 toneladas de semilla certificada es la oferta actual del programa en el Perú.

    Fuente: http://www.elperuano.pe/Edicion/noti...x#.VAh6Jvl5N7w
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