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Fruchincha implanta nuevos manejos agronómicos
  • Fruchincha implanta nuevos manejos agronómicos

    Foto: redagricola.com

    Hace unos años atrás, las empresas que forman parte de Corporación Frutícola de Chincha (Fruchincha) se enfrentaron al decaimiento de sus cultivos, sobre todo, de los paltos. Tras crear el departamento agrícola se identificó el porqué se producían bajos rendimientos en sus campos. Lo que descubrieron les ha permitido replantear gran parte de sus procesos, dando prioridad al manejo de suelos, obteniendo resultados impresionantes en el valle de Chincha.

    El olor a la tierra recién arada era lo que más extrañaba Alberto Massaro Silva, desde que cultivaba frutales en sus campos de Chincha. El labrar la tierra a profundidad era una práctica común cuando el valle de Chincha estaba poblado de cultivos temporales, como el maíz o el algodón. Hacía 22 años que había plantado sus primeros paltos y, desde entonces, no se había vuelto a remover la tierra hasta que algo cambió. Junto a sus vecinos, con los cuales conforma desde hace 18 años Fruchincha, observó el progresivo decaimiento y reducción de la productividad de sus paltos. Como no tenían claro qué es lo que estaba ocurriendo, los agricultores emprendieron la tarea de encontrar la respuesta y buscar la solución.

    La historia empezó cuando Massaro, dueño de Agrícola Tecnificada (Agritec) y Benol SAC., notó que algunos lotes estaban por debajo del promedio del valle. No se trataba de un caso aislado, ya que el resto de los socios de Fruchincha también registraban problemas de rendimiento en campos antiguos y jóvenes. Los números eran mucho más bajos de lo normal, en un valle que, en general, no es de grandes producciones, con rendimientos promedio que rondan entre las 8 y 12 t/ha.

    Las cosas no estaban mejorando, sino todo lo contrario. Entre tanto, la planta de procesamiento de Fruchincha mantenía sus planes de crecimiento, con el objetivo de alcanzar una producción total de 2,250 contenedores en unos cuantos años más. Pero eso resultaba una misión ‘casi imposible’, debido al estancamiento en la producción de palto y, en menor medida, en la de cítricos, vid y granada.

    Francisco Camino, gerente general de Fruchincha, comenta que los agricultores buscaban las razones del problema y le echaban la culpa a diferentes situaciones, como el uso del nitrógeno, la presencia de Phytophthora, al riego y nutrición deficiente y, claro están, el clima.


    Suelo Subsolado. El campo de Alberto Massaro luce en algunos lotes los indicios de la remoción de los terrenos. Las puntas de la maquinaria perforan entre 50 a 60 centímetros. Con esto vas a romper raíces y de la ruptura crecerán nuevas con mayor vigor.

    La importancia de la gerencia agrícola

    Basados en todo tipo de hipótesis, se trazaron algunas estrategias que fracasaron hasta que se tomó una decisión que cambiaría todas las bases productivas de estos agricultores: a mediados de 2016 se constituía la gerencia agrícola de Fruchincha, bajo la batuta del ingeniero agrónomo Juan Antonio Delpero Barrios, quien tuvo el encargo de mejorar la productividad, calidad e inocuidad de los fundos asociados.

    “Si bien siempre se compartía información, nunca fue necesario tener un departamento agrícola, porque cada socio manejaba sus fundos. Lo primero que hicimos fue censar nuestros campos y se contabilizaron 1,650 ha de cultivos de fruta en total y 400 ha de terceros. Entonces, se decidió formar un equipo técnico que viera todo el tema de la productividad y calidad en los campos. Lo primero fue registrar los procesos de cada empresa. Eso fue un proceso complejo que nos tomó un año entero”, recuerda Camino.

    Al final se logró establecer algunos procedimientos que fueran comunes a todos, elaborando para ello una serie de manuales de manejo tentativo por cada cultivo. Como parte de las indagaciones, se trajo a algunos expertos destacados quienes visitaron los fundos. Uno de ellos hizo hincapié en el desconocimiento sobre el tipo de suelo donde estaban asentados los frutales. Lo primero que observaron es que el terreno era más parecido a los de la zona central y sur de Chile que a las tierras que conforman el paisaje agrícola de Ica o Pisco. Tras leer la bibliografía publicada por el INIA Chile, elaborada por los investigadores por Raúl Ferreyra y Gabriel Selles, los técnicos se familiarizaron con nuevos conceptos como compactación, suelos retentivos, macro y microporosidad y oxigenación.

    Terreno franco y franco-arcilloso

    Lo que se descubrió fue que el suelo de Chincha es muy heterogéneo, pudiendo encontrar variaciones de 27% hasta 60% en arena (principalmente, de granulometría fina), de 20% a 35% de arcilla y de 20% hasta 45% de limo. Entonces, no se estaba frente a un suelo franco-arenoso, como siempre se pensó, sino que también incluye texturas francas y franco-arcillosas. Es decir, un suelo de mayor retentividad con tendencia a compactarse. Sin embargo, todo el sistema de riego había sido diseñado para un suelo arenoso.

    “El problema estaba en el suelo. Lo que ocurría con nuestro programa de riego era que ocasionaba la hipoxia de las raíces y un exceso de humedad que disparaba la presencia de Phytophtora. Entonces, la planta tenía menos actividad radicular y sufría por un déficit nutricional. Eso se traducía en un decaimiento general de la planta con caída de hoja y fruta. Incluso, las puntas de las hojas se quemaban, porque al analizar el suelo también se descubrió que en Chincha hay altos niveles de cloruro producto de las fertilizaciones químicas del pasado”, relata Delpero.

    En especial, el palto y, sobre todo, la variedad Hass es sensible a la falta de oxígeno, debido a que requiere entre un 25 y 30% de capacidad de aire en el suelo, a diferencia de los cítricos, que necesitan entre 15 a 17% o la uva, que solo requiere de un 15%. Por esta razón, los mayores problemas se observaban en la producción de palta y, en menor medida, en el resto de los cultivos del valle.

    El problema abarcaba al 90% de los huertos, llegándose a replantear las bases productivas que, en la actualidad, van en el siguiente orden: suelo, riego, nutrición y, por último, poda. Según Delpero, todo el trabajo en el campo se fundamentaba erróneamente en nutrición y poda. “Los agrónomos nos hemos acostumbrado a ver la parte aérea de la planta y nos olvidamos de las raíces”, subraya.

    Cambios en el riego y la nutrición

    Lo primero fue cambiar el riego y la nutrición. El concepto principal que se estableció fue regar para oxigenar. De los riegos diarios o interdiarios se optó, por ejemplo, por un día de riego y cuatro o cinco días de oxigenación del campo. Esto implicó que en algunos momentos de la fase productiva se deje de lado el fertirriego y se realicen aplicaciones manuales de fertilizantes, para no agregar agua innecesaria al cultivo. Pese a ello, los metros cúbicos de agua por campaña se incrementaron, porque se estaban haciendo ahora riegos más pesados. De los 6,000-7,000 m3/año que concumía el palto, se elevó a 9,000-11,000 m3/año.


    El subsolado en post plantación

    Ese cambio fue fundamental para que la planta comenzara a ganar vigor. Sin embargo, no era suficiente y decidieron tomar otra acción arriesgada que generó en un primer momento dudas y temores entre los asociados: el subsolado en post plantación. Desde que se cultivaron los paltos en la zona, nunca se había vuelto a remover el suelo y se preveía que las raíces estaban aprisionadas en un suelo compactado.

    “Durante estos más de veinte años, nunca se me ocurrió, quizás por temor, subsolar en producción. Las raíces del palto son tan susceptibles, que eso generaba dudas a todos. Yo tuve espárragos y subsolaba, así que ya había visto sus efectos positivos. El subsolado permite una renovación de raíces, que crecen con mayor fuerza. Por eso y porque soy un agricultor antiguo lo decidí de inmediato. El resto de los fundos ha subsolado al segundo año, luego de ver los resultados positivos”, comenta Massaro.

    Junto a un programa sanitario que impidiera la presencia de enfermedades en las raíces, el procedimiento consistió en el ingreso de tractores que hicieron zanjas entre 50 y 60 cm de profundidad en la entrehilera. Lo que sacaron fueron bloques compactados (30×30 cm) de tierra que contenían raicillas muertas. Tras dos semanas, ya se observaba la emisión de nuevas raíces. Hoy el 100% de los socios ha hecho subsolado en sus huertos de paltos, uva de mesa, cítricos y granados. A futuro se repetirá este trabajado año por medio.

    Gracias a esta práctica, las raíces son mucho más fuertes y, por ende, la planta se nutre mejor. Desde entonces, se aumentaron las unidades de fertilización y ya no se le teme al nitrógeno, muy necesario en la generación de reservas para la siguiente campaña.“Estas juegan un papel fundamental, ya que el 75% del nitrógeno que reciben flores y frutas recién cuajados provienen de las reservas y el 25% de la fertilización de primavera. Si regamos poco, la planta cierra sus estomas y el calcio se mueve por flujo de masas, por corriente transpiratoria. Si regamos mucho, tampoco se mueve el calcio, que es un elemento esencial para la calidad del fruto”, explica Delpero.

    Igualmente, para mejorar la nutrición y estructurar mejor los suelos, Fruchincha ha comenzado a elaborar para sus socios biol (biofermento) y humus, usando la fruta de descarte de la planta. Ello incentiva el crecimiento de raíces y se aplica todo el año, salvo en momentos en que no se quiere incentivar el vigor en la planta.

    Los cambios fueron impresionantes

    Gracias a estas medidas, aquellos campos que producían menos de 9 t/ha, hoy están produciendo 15 t/ha. Los cambios fueron impresionantes y esos resultados terminaron de animar a todos los socios a instaurar el subsolado en producción como una práctica recurrente. Si en algunos campos ya se alcanzaban productividades de 20 t/ha, se descubrió que eso se debía a que, en especial, esos terrenos eran más arenosos y permitían un riego más contínuo, sin afectar el cultivo. Sin embargo, aquellos que sí sufrían los bajos rendimientos, pudieron mejorar su productividad de la mano de la gerencia agrícola de Fruchincha.

    “Ahora los campos podrán alcanzar un rendimiento de 20/ha, en el caso de la palta, y de 65 t/ha, en el caso de los cítricos. Otro detalle importante es que en la palta se está superando el 90% de fruta exportable; y, en los cítricos, en las variedades tempraneras, está en 55 a 60% por ciento y 70% en las variedades tardías, como la Nadorcott. Tenemos huertos de 5 a 10 años y otros mayores a los 20 años y estamos seguros que pasaremos los 30 años con altas producciones. El potencial de la palta es hoy incierto porque no hay ningún fundo que haya estado manejando de manera óptima el cultivo”, apunta el gerente agrónomo.

    El hecho de regar y fertilizar mejor permite una mayor calidad interna y una vida de poscosecha más larga. En el caso de los cítricos, en los fundos que han sido subsolados en post plantación y han modificado su riego, la fruta ha mejoradola calidad de piel, lo que disminuye el rajado y las manchas de la piel que impedían su exportación.

    Los próximos proyectos tomarán en cuenta todo este aprendizaje ganado, dando prioridad al manejo de los suelos. Otro tema muy presente es que se utilizará el patrón antillano y no el Zutano que es muy sensible a la falta de oxígeno. “El patrón antillano nos permite cometer ciertos errores, cosa que no ocurre con el Zutano. Con este último, podemos tener en noviembre un 20 a 25% de fruta cuajada y si cometemos un error en el riego y desfavorecemos el oxígeno, tendremos campos con muy baja producción”, comenta Delpero.

    El paso pendiente es drenar

    El trabajo que aún está pendiente es diseñar un sistema de drenaje, que permita eliminar el exceso de agua en ciertas zonas que se localizan en medio de la ruta de los ríos cercanos. “Muchos de nuestros campos están en medio de dos ríos; entonces, por infiltración, las aguas se acumulan en las zonas bajas, donde están muchos de nuestros campos”, indica.

    Otra razón es la necesidad de eliminar todos los fertilizantes químicos – cloruros y sulfatos-, que fueron esparcidos en los suelos del valle de Chincha décadas atrás por los productores de algodón y maíz. “Hace 30 o 40 años atrás, Chincha era un valle algodonero donde se fertilizaba mucho con cloruro de potasio y sulfato de potasio. Chincha no tiene sistemas de drenaje y tenemos zonas con una napa freática que está a una profundidad menor a un metro. Para liberar este exceso perjudicial, es necesario un buen sistema de drenaje. Con riegos de lavado se intenta profundizar las sales, pero, estas suben por capilaridad. Al no tener un sistema de drenaje, ese cloruro y sulfato de potasio permanecerá en el suelo. Este es uno de los puntos pendientes: el diseño de sistemas de drenaje eficientes. Es necesario un análisis de la orientación que tenemos de los campos, para determinar cuál es el drenaje natural”, refiere el experto.


    Sensores. Juan Antonio Delpero muestra los sensores de humedad y conductividad eléctrica que les permite medir la evolución de ambos indicadores antes de realizar el riego. En el suelo se hace una grilla, para hacer mediciones a diferentes profundidades

    Un mal drenaje no solo origina toxicidad por exceso, sino que a la vez ocasiona antagonismos con los demás nutrientes.

    Así, por ejemplo, el exceso de cloruro ocasiona quemaduras del ápice y del borde de la hoja, disminuyendo el área fotosintética de la planta. Por ende, merma la producción y calidad. El sulfato no debería ir más allá de 3 meq/l en pasta saturada, pero se encontraron campos con 10 meq/l. Respecto al sodio también intentan mantenerlo en niveles menores a 3 meq/l en pasta saturada, pero tienen campos que pueden llegar a los 15 meq/l.

    Fuente: redagricola.com|Marienella Ortiz
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