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Maqui un negocio millonario que apuesta por masificarse
  • Maqui un negocio millonario que apuesta por masificarse

    Foto: redagricola.com

    El maqui es una súper fruta cuya demanda mundial ha ido en aumento en los últimos años, debido a sus propiedades antioxidantes. Desde hace más de una década, diversas empresas e instituciones han realizado investigaciones para domesticar este berry silvestre, con el fin de producirlo a escala industrial. A partir de 2017 comenzaron a comercializarse tres nuevas variedades que permitirán masificar la producción.

    El maqui está de moda. En los últimos años ha ido aumentando su demanda internacional, gracias a que el mercado lo ha valorado como una súper fruta. Además de su buen sabor, este berry nativo de Chile contiene importantes propiedades que retardan o previenen la oxidación de algunas moléculas del cuerpo humano, lo que ayuda a disminuir accidentes cerebrovasculares y enfermedades neurodegenerativas.


    Hoy se comercializa en Chile y en distintos lugares del mundo, además de como fruto fresco, principalmente a través de cápsulas, polvo liofilizado, néctar, pulpa, aguas y jugos. Las exportaciones llegaron a US$4,5 millones en 2015, con más de 190.000 kilos procesados que fueron enviados a destinos como Japón, Corea del Sur, Italia, Estados Unidos, Alemania, Australia y Dinamarca, entre otros. En 2016 las ventas al exterior aumentaron a US$9,9 millones y 433.000 kilos procesados.

    En la actualidad, los productos elaborados en base a maqui pueden encontrarse, por ejemplo, en Amazon o en supermercados y tiendas gourmet de Nueva York. Es lo que ocurre con la bebida + Maqui, elaborada por Arauco Nutrientes Naturales, una filial de Celulosa Arauco, y que ha vendido más de un millón de unidades desde octubre de 2017.

    Los inconvenientes de la recolección silvestre

    El problema del maqui, sin embargo, está en la variabilidad de su producción. Algunas estimaciones señalan que en el país habría unas 170 mil hectáreas entre las regiones de Coquimbo y Aysén, de las cuales la mayoría estaría se encuentra en estado silvestre. Se trata de un árbol de cuatro a cinco metros de altura, cuyos frutos son bayas pequeñas de cinco milímetros, de color negro brillante o azuladas, que contienen de dos a cuatro semillas cada una. Se cosecha entre noviembre y enero, según la zona donde se ubique. Sus flores son pequeñas, blanquecinas, de cinco pétalos, con varios estambres, pueden ser hermafroditas o unisexuales y son estériles en el caso de contar con pies femeninos. Al segundo año de plantación ya tiene fruta y se estima que su punto más alto de producción se alcanzaría al cuarto año.

    En ocasiones es complejo localizar las plantas y sus frutos son de difícil acceso. Si bien el proceso de cosecha consiste en sacudir las ramas para separar los berries, en algunos casos estas son cortadas para alcanzarlos, dañando la planta y afectando su producción futura.


    “La recolección silvestre presenta varios inconvenientes. Hay muchas diferencias de producción entre un árbol y otro, debido a la amplia variabilidad genética y falta de homogeneidad. También hay un problema de sustentabilidad: si un año se recolecta mucha fruta, al siguiente su cantidad será muy limitada y no habrá materia prima. Además, en varias ocasiones, se cosechan las plantas con maquis más atractivos, afectando a los genotipos más valiosos y produciendo la erosión genética”, explica la doctora Hermine Vogel, decana de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad de Talca. Es por este motivo que se han desarrollado diversas iniciativas por domesticar este berry. Y es que el maqui es un cultivo del cual todavía se sabe poco y de cuyo camino hacia la industrialización apenas se ha recorrido un corto trecho.

    La busqueda de genotipos para la industria

    Uno de los programas de trabajo más importantes para domesticar el maqui y así adaptarlo a un proceso industrial, ha sido impulsado por la Universidad de Talca, que hace diez años comenzó a realizar investigaciones en esta materia, de la mano de la ingeniera agrónoma e investigadora Hermine Vogel.

    En 2007, en conjunto con la Fundación Chile, inició un screening genético de la población silvestre y recogió 68 genotipos potencialmente viables para una estandarización productiva. En 2011 continuó con la investigación, gracias a un financiamiento Fondef (Fondo de Fomento al Desarrollo Científico y Tecnológico), con el fin de obtener variedades comercializables. Fundación Chile fue el co-ejecutor y participaron también cinco empresas: Surfrut, Agrícola Ana María (dedicada a la producción de cerezas y manzanas orgánica y convencionales), Agro Queñi, Bayas del Sur (que posteriormente fue reemplazada por Hortifrut) y el agricultor Domingo Echegaray.

    Se seleccionaron los 45 genotipos más promisorios y en 2012 plantaron cinco ensayos clonales en las empresas asociadas al proyecto, entre Curicó y Puerto Montt. En aquel entonces, el ingeniero agrónomo Felipe Torti era gestor de I+D de Surfrut y representaba también a Agrícola Ana María –miembro del mismo holding- en el proyecto. “Estas empresas siempre han estado mirando nuevas posibilidades de negocios y en ellas la innovación desempeña un rol fundamental. El maqui asomaba como algo interesante”, afirma.

    Pusieron los distintos clones en una parcela piloto de un cuarto de hectárea en la Región del Maule y los dejaron crecer libremente, sin fertilización, manejo del follaje o de la fruta, aunque con cierto nivel de riego y control de malezas. “Nos permitió apreciar que las plantas crecían adecuadamente y que no presentaban problemas de adaptación”, comenta Torti, quien actualmente se desempeña como coordinador del Polo Territorial del Centro de Estudios en Alimentos Procesados de la Región del Maule (CEAP), el cual busca desarrollar la industria de los ingredientes funcionales y los aditivos especializados a partir de maqui y otros cultivos.

    Al finalizar la iniciativa con el Fondef, en 2014, los investigadores pudieron establecer algunas conclusiones básicas. “Hay mucha variabilidad genética de una planta a otra. Incluso, esta es mayor dentro de una misma población silvestre de al menos 50 individuos -en un sector determinado- que entre poblaciones. Solo el 5% de la variabilidad se debe al origen. Esta variación se expresa en aspectos como la reacción a la falta de agua y a la poda, el crecimiento y la precocidad, entre otros aspectos”, explica Hermine Vogel.

    Variedades inscritas de mayor productividad

    La Universidad de Talca y Fundación Chile se dieron cuenta que hay genotipos que fructifican al segundo o tercer año y que dan más fruta. Seleccionaron tres de ellos y realizaron una solicitud de inscripción ante el registro de variedades del Servicio Agrícola y Ganadero (SAG). Sus nombres son Luna Nueva, Morena y Perla Negra.


    “Luna Nueva es una variedad de bajo vigor -1,5 a 2 metros de altura- que se da muy bien en la zona centro-sur, con alta carga frutal y muy buen rendimiento, con inicio de producción al segundo año. Es muy temprana en la floración y, por lo tanto, en zonas donde hay peligro de heladas se puede perder la producción”, explica Hermine Vogel.

    La variedad Morena, en tanto, es también muy productiva, pero menos precoz que Luna Nueva, con mayor vigor y con un buen comportamiento tanto en la zona central como en la sur. “Su fruto es un poco más grande que el de Luna Nueva y, como tiene más hojas, quizás no se pueda plantar en alta densidad”, apunta la decana de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad de Talca. Perla Negra, finalmente, es recomendada para que se cultive principalmente en la zona sur. Tiene un vigor intermedio entre Luna Nueva y Morena. De las tres variedades, es la que tiene el fruto de mayor tamaño.

    Su producción y comercialización fue licenciada a dos viveros: Los Olmos, que multiplica vegetativamente, y Agromillora Sur, que multiplica in vitro a partir de material extraído de plantas madres cuya calidad y homogeneidad está garantizada. En este último caso, el proceso para llegar a una unidad de 10 centímetros de altura demora un plazo de cinco a seis meses. Mientras Los Olmos estaría en condiciones de comercializar las plantas a partir del segundo semestre de este año, Agromillora Sur comenzó a hacerlo a fines de 2017.

    "El maqui se alinea con nuestro modelo productivo: trabajar con productos saludables y bajo un modelo de mecanización, alta densidad y maximización de la eficiencia del cultivo. Al maqui lo vemos como un cultivo industrializable”, comenta Ely Chernilo, gerente general de Agromillora Sur, vivero que se dedica a producir y multiplicar portainjertos de frutales (berries, almendro, ciruelo, olivo) y que, con una producción anual de 15 millones de plantas, es una de las 11 filiales mundiales del grupo Agromillora.

    Según la Universidad de Talca, habría más de 300 agricultores interesados en producir maqui. Sin embargo, las ventas avanzan lentamente. Agromillora Sur ha enviado unas 50.000 plantas a 15 productores, aproximadamente, en un plazo de seis meses. “Las superficies no son grandes y no llegan a más de tres hectáreas”, dice Ely Chernilo.

    Condiciones del cultivo

    A lo largo de los años se han ido realizando diversos experimentos, en los cuales el sistema de ensayo y error ha permitido conocer mejor el cultivo del maqui. Después de formar parte del proyecto Fondef con la Universidad de Talca y Fundación Chile, Agrícola Ana María participó en 2013 en una iniciativa FIA con la empresa Bestplant, que seleccionó un clon de maqui que fue plantado en una nueva parcela de 0,25 hectáreas. En esta oportunidad, el cultivo fue sometido a manejos de fertilización y poda.

    Posteriormente, Agrícola Ana María y Surfrut se asociaron en 2015 para un nuevo proyecto FIA: “Modelo productivo, eficiente y moderno, para el cultivo industrial de maqui Aristotelia chilensis (Mol.) Stuntz, enfocado en implementar y validar la cosecha mecanizada de la fruta”. Instalaron una tercera parcela demostrativa, esta vez de media hectárea, con 10 tipos de plantas provenientes de la Universidad de Talca para probar manejos agronómicos más definitivos (distancias de plantación, sistemas de conducción, manejo de riego y de nutrición), con el objetivo central de encontrar un sistema de cosecha mecanizada adecuada para el maqui. En paralelo, Surfrut, como asociado, desarrolló dos productos, un snack deshidratado de manzana con polvo de maqui y puré de fruta que contiene maqui en la mezcla.

    En maqui no solo se busca obtener una buena producción, sino una adecuada concentración ORAC (Oxygen Radical Absorbance Capacity o Capacidad de Absorción de Radicales de Oxígeno y que refleja el contenido total de compuestos antioxidantes). Este cultivo precisa de un clima mediterráneo, con precipitaciones en invierno y un verano seco y cálido, con alta radiación solar. “Para protegerse de ella, sintetiza compuestos antioxidantes. Además de los antocianinas y flavonoides, hay otros polifenoles que también son benéficos”, afirma Hermine Vogel.

    “No interesa la fruta en estado fresco. Lo que importa son los componentes bioactivos que tienen las propiedades funcionales. Lo que nosotros buscamos es capacidad antioxidante y eso no está relacionado a un calibre, necesariamente”, dice Felipe Torti. “El maqui –agrega- parece ser un cultivo bastante rústico, que se ha adaptado hasta ahora bastante bien a nuestras condiciones de suelo y clima. Creemos que se puede cultivar en forma industrial”.

    Además de tener precauciones frente a las heladas, en Agrícola Ana María y Surfrut, han podido apreciar que el maqui responde bien a la nutrición y al riego, aunque todavía no hay información concluyente sobre este último aspecto. Sin embargo, un aspecto a tener en cuenta es el control del vigor, a través de la poda en verde (primavera y verano en postcosecha) y de una nutrición que no promueva su crecimiento en exceso (control de nitrógeno), para llevar adecuadamente el árbol a una etapa productiva, manteniendo una gran cantidad de brotes frutales que salgan del eje principal. Al crecer la planta, la fruta va quedando en la periferia: lo que se pretende es que sea accesible y que no pierda luz, por lo que se busca que el árbol no exceda los 2,2 metros de altura y se adapte al paso de maquinaria.

    “Uno de los aspectos que hemos observado en nuestro proyecto es que el maqui se puede cosechar mecánicamente, utilizando máquinas automotrices cabalgantes. Hay que generar una estructura del árbol que se adapte el cabezal”, explica Felipe Torti, que estuvo encargado de esta iniciativa hasta comienzos de 2018.

    Algunos expertos recomiendan plantarlo solo en terrenos sin pendiente o con poco desnivel, una condición que puede incluso ser recomendable cuando el suelo es pesado. “Si el suelo retiene agua, va a afectar la planta. Por lo tanto, es bueno que que tenga drenaje”, apunta Ely Chernilo, gerente general de Agromillora Sur.

    Hasta el momento, la cosechadora de olivos es la que se adapta mejor al maqui, ya que se basa en un sistema de barras laterales que se mueven contra el árbol, mientras que otros formatos emplean varillas que giran circularmente, generan más daño y no extraen toda la fruta.

    El marco de plantación que Surfrut y Agrícola Ana María han utilizado con éxito es de 3 a 3,5 metros entre la hilera por 1 a 1,5 metros sobre la hilera, lo que equivale a poco más de 2.200 plantas por hectárea. El rendimiento estimado, cuando el huerto alcance plena producción, se espera que sea de al menos seis toneladas por hectárea.

    El desafío a futuro consistirá en hacer más eficiente la cosecha. Para ello, los retos están en disminuir la caída de fruta al suelo, definir la cantidad de pasadas a realizar y bajar el daño en las plantas.

    Aun falta camino por recorrer

    Se deben evaluar diferentes procesos para obtener resultados concluyentes en relación a rendimientos, uso de polinizantes, densidad de plantación, prevención de heladas, poda, conducción y cosecha mecanizada.

    Gracias al proyecto FIC Regional “Desarrollo de Clones de Maqui y su manejo productivo para la Región del Maule”, desde 2016 la Universidad de Talca está realizando ensayos para conocer el manejo agronómico específico para siete genotipos -entre los cuales están Luna Nueva, Morena y Perla Negra-, a lo que se suma un proyecto Fondef que busca indagar en técnicas de micropropagación y otro que tuvo como fin el descubrimiento de tres polinizantes para las variedades seleccionadas por la Universidad de Talca, los cuales también se encuentran con solicitud de registro ante el SAG. Empresas como Maqui New Life están trabajando en variedades propias y viveros como Agromillora Sur también están produciendo plantas, aunque en muy poca cantidad, basadas en genotipos diferentes (llamadas Maqui 1, Maquilan 4 y Maqui 5). “En este momento cultivar maqui es una aventura. Quien lo haga será un pionero”, afirma Hermine Vogel.

    En Agromillora Sur anticipan que la venta de plantines para este año viene “lenta”. “Es algo que se está probando y, en nuestro caso, el maqui no es nuestro principal producto, por lo que no lo hemos promocionado con suficiente fuerza”, comenta Ely Chernilo.

    A pesar de eso, la empresa está ampliando las fronteras del maqui domesticado. Hace pocos meses entregó a Indap de Coyhaique 500 plantas, de cada una de las tres variedades provenientes de la Universidad de Talca, con el objetivo de que pequeños agricultores de la zona aprendan a manejar técnicamente este cultivo. La idea es desarrollar y manejar el maqui como un huerto comercial sustentable y rentable en el tiempo. “Hoy recién se están sentando las bases y antecedentes para saber detalles más técnicos. Estamos recién comenzando, pero no me caben dudas de que el maqui será una tremenda oportunidad para la agricultura campesina y también para la agricultura agroindustrial de mayor tamaño”, resume Mauricio Zúñiga, responsable comercial en Agromillora Sur.

    Fuente: redagricola.com
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