nvestigadores han ideado una forma de monitorear amplias extensiones de terreno poniendo atención en la danza de las abejas.A partir del análisis de la danza de las abejas, publicado en la revista Cell Press Current Biology, se sugiere que existe una forma de paliar las costosas medidas aplicadas en programas agroambientales, que apuntan a mejorar el paisaje rural desde una nueva fuente de datos para evaluar no sólo el medio ambiente, sino también los sistemas usados para gestionarlo: la abeja, organismo que puede beneficiarse de un entorno sustentable.En las últimas dos décadas, la Unión Europea (UE) ha invertido €41 mil millones en programas agroambientales, que apuntan a este fin y son obligatorios para todos los Estados miembros de la UE, explica Margaret Couvillon del Laboratorio de Apicultura e Insectos Sociales de la Universidad de Sussex. Sin embargo, hay poca evidencia de la evaluación de estos sistemas.En total, los investigadores observaron durante dos años 5.484 danzas para encontrar la mejor zona de pecoreo dentro de 94 km2 de paisaje urbano-rural mixto abarcado en el estudio. El lugar llamado Castle Hill, que casualmente es la única reserva natural nacional en el área, fue dónde se encontraron las abejas y, por extensión, otros insectos polinizadores. En términos más generales, los programas agroambientales de alto nivel fueron los mejores lugares para las abejas.Los investigadores se sorprendieron al encontrar que los programas de protección ambiental Organics Entry Level (zonas gestionadas como sistemas mixtos entre agricultura orgánica/convencional para la mantención de terrenos agrícolas en buenas condiciones ambientales) eran los menos frecuentados por las abejas. Según Couvillon, puede ser que el manejo de siega para controlar el desarrollo de ciertas plantas podría dejar pocas flores disponibles para las abejas.El estudio muestra que las abejas pueden servir como bio-indicadores para monitorear grandes extensiones de terreno y proporcionar información relevante para una mejor gestión ambiental, dicen los investigadores. También le da un nuevo significado al término “abeja obrera”.“Imagine el tiempo, la mano de obra y el costo de inspeccionar vastas extensiones a pie para monitorear la calidad y cantidad de las fuentes de néctar, contar las visitas de otros insectos y dar cuenta de la competencia, luego hacer esto una y otra vez durante dos años de pecoreo. En cambio, hemos dejado que las abejas hagan el trabajo duro de la topografía del paisaje, integrando todos los costos relevantes y luego proporcionando, a través de la comunicación de su danza, esta información biológica relevante sobre la calidad del paisaje”, comenta Couvillon.


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