Hacer agricultura en la Sierra es bien bravo. Es verdad que la altura es menos plagosa que la Costa, pero comparada con esta, los Andes tienen una serie de desventajas insalvables. Las distancias a los mercados y la limitada infraestructura de transporte ciertamente le restan competitividad; y el clima de temperaturas extremas y la agreste topografía le agregan una buena dosis de riesgo. Efectivamente, las heladas, los huaycos, los vientos y las sequías son frecuentes en la Sierra, y los daños muchas veces son devastadores.

Además, los rendimientos productivos en la altura – inclusive en cultivos nativos como la papa y la quinua, por solo mencionar un par de ellos – son significativamente menores que los de la Costa. Y ¡vaya que las diferencias son significativas!

Un campo de papa en el Altiplano puede producir entre 10 y 20 toneladas / hectárea, mientras que – bien manejado – en la Costa puede producir entre 40 y 60 toneladas / hectárea.

En la quinua se han visto diferencias aún más significativas. Si en Puno – el lugar de origen del grano de oro de los Incas – el rendimiento productivo promedio apenas pasa los 1,000 kilos / hectárea, en La Joya en Arequipa se han obtenido rendimientos que superan los 8,000 hilos / hectárea; y en la Costa Norte, es común obtener entre 3,000 y 5,000 kilos / hectárea.

Es evidente – pues – que en materia agronómica, la Costa suele ser más productiva que la Sierra. Sin embargo, en materia nutricional (más proteínas, más grasas, más aceites esenciales, más aromas naturales, etc.) y en cuestiones de plagas y enfermedades (menos pesticidas, certificaciones orgánicas, comercio justo, etc.), la Sierra tiene grandes ventajas sobre la Costa. Entonces ¿qué hacer? ¿Cómo hacer para que la agricultura de la Sierra sea rentable, a pesar de ser menos productiva que la agricultura de la Costa?

Pues como dirían los marketeros… diferenciarse. Por ejemplo, ahora que la quinua ha pegado en la Costa, la quinua de la Sierra debe valorar su origen serrano, y diferenciarse de la quinua costera a través de su origen ancestral, su mayor valor nutricional y su pureza natural.

Lo mismo se debe hacer con la papa, y con todos los cultivos serranos. Inclusive, con los productos pecuarios como la carne, la leche, los quesos y la lana. La denominación de origen se debe convertir en el atributo más preciado de la agricultura y ganadería serrana.

Ciertamente, el origen debe complementarse con estudios y pruebas científicas que corroboren la diferenciación nutricional y pureza natural que sustentarían el mayor precio unitario que el mercado le otorgue a los productos de origen serrano.

En síntesis, a través de la denominación de origen y / o marcas colectivas, la Sierra debe especializarse en el cultivo y crianza de productos cuyo mayor atributo sea su diferenciación respecto a los cultivos y crianzas de la Costa u otros orígenes, que pueden ser otros países. Una diferenciación que esté sustentada en un mayor valor nutricional y una pureza natural inigualable.

Así, los productos de la Sierra deben llegar a los mercados con un precio unitario mayor que los productos de la Costa. Así y solo así, la agricultura y ganadería serrana serán competitivas. Con menos productividad que la Costa – es verdad – pero con mayor precio unitario. Por ahí va la salida para la difícil agricultura serrana.

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