Agro, empleo y desarrollo.

La agricultura moderna tiene mucho qué ver con el notable desarrollo socioeconómico del interior del país. Muchos clientes de los grandes centros comerciales que se están construyendo a lo largo y ancho del Perú, son trabajadores del sector agrario y sus familiares.

La agricultura hortícola y frutícola de exportación requiere de mucho trabajo manual, y eso es exactamente lo que está sucediendo en las principales regiones agrarias. La demanda de mano de obra está creciendo rápidamente, y por ende, las remuneraciones se han duplicado – y en algunos casos, hasta triplicado – en los últimos 5 años, por lo que mucha gente de la Sierra ha migrado hacia la Costa para trabajar en las empresas agroexportadoras, con todos los beneficios del empleo formal y condiciones de trabajo adecuadas.

Ahora existen empresas agrarias que brindan servicios de transporte de personal, tanto para llevar a los trabajadores a los centros de trabajo, como para regresarlos a sus hogares luego de terminada la jornada laboral; comedores muy bien puestos, donde los trabajadores desayunan y almuerzan raciones elaboradas por nutricionistas profesionales; guarderías infantiles operadas por asistentas sociales y maestras especializadas en educación inicial, donde los hijos de los trabajadores son muy bien atendidos mientras sus padres trabajan; y programas de responsabilidad social que involucra la participación cada vez mayor de las empresas agrarias en el desarrollo de infraestructura de agua y alcantarillado, salud y educación, vías de comunicación y telecomunicaciones, y programas deportivos y de esparcimiento de la población que reside en el área de influencia de estas operaciones agrarias.

A todo ello habría que agregar que en la agricultura empresarial no solo el padre de familia trabaja en el campo. Al contrario de lo que ocurre en otras actividades económicas como la minería, la pesca, el transporte, la construcción, etc. donde el género laboral predominante es el masculino, en la agricultura, y sobre todo en las plantas de empaque de frutas y hortalizas de exportación, abunda el trabajo femenino y de gente joven, por lo que en muchos casos, son 4 ó 5 miembros de una misma familia los que trabajan en las empresas, logrando así acumular una apreciable suma de dinero, que les permite acceder a créditos para la compra de viviendas, automóviles, artefactos electrodomésticos, y mil cosas y servicios más.

Por eso es bueno que la agricultura empresarial se siga desarrollando y creciendo en el país; porque no hay mejor instrumento de desarrollo rural, o mejor dicho de paz y distribución económica, que la agricultura intensiva y competitiva. Y eso que estamos ante un proceso que puede – y debe – seguir creciendo. En todo caso, vale la pena recalcar que todavía quedan muchas áreas del interior del país donde la agricultura sigue siendo pobre y precaria, pero que tarde o temprano, si es que alguien no le pone trabas al proceso, se convertirán en espacios de modernidad y trabajo digno y competitivo para millones de peruanos.

A ese respecto, llama la atención la corriente de opinión que se opone al desarrollo de la agricultura empresarial en el país. Y no me refiero a puntos de vista divergentes, como el debate entre la conveniencia de la pequeña agricultura versus la agricultura empresarial, a pesar del fracaso del cooperativismo velasquista y de la subsecuente parcelación de la propiedad agraria en el país, sino a falsedades como que los salarios en el campo no han aumentado en los últimos años, o que las empresas agroexportadoras no pagan los beneficios sociales de sus trabajadores, lo cual – simplemente – no es cierto.

Por ello, que alguien explique qué buscan, o qué oscuros intereses tienen estos detractores de la agricultura empresarial en el país; importante instrumento de desarrollo social y económico de los pueblos.

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