Las regiones valen lo que sus carreteras transportan. El caso es que por el creciente congestionamiento vehicular, o por el deplorable estado en que se encuentra algunas carreteras del interior del país, las regiones no valen lo que valen.

Ojos que no ven; corazón que no siente. Ese es el principal problema de nuestros compatriotas de casi todas las regiones del país. Ninguna autoridad gubernamental siente lo que los provincianos sienten por sus carreteras. Pero ni por respeto a nuestros compatriotas del interior, el gobierno mantiene en buen estado las carreteras que nos permiten transportar personas y mercaderías desde y hacia las regiones.

Pero al margen del desinterés del gobierno central, está el tema de la plata. Es verdad, el gobierno no tiene plata para nada. Si no, cómo explicar los bajísimos sueldos de los maestros, médicos y policías; y la precaria situación de las escuelas y carreteras del país… por citar tan solo un par de ejemplos.

El presupuesto del gobierno alcanza con las justas – y eso – para pagar gastos corrientes; es decir, las remuneraciones de los trabajadores del sector público que son como un millón y pico de personas. Además el gobierno debe pagar las pensiones de los jubilados que son también cualquier cantidad, y otros gastos como materiales y servicios de telefonía, electricidad, etc.

Adicionalmente, el gobierno también tiene que pagar la deuda externa. Y ojo… hay que pagar la deuda externa. Si no, acuérdense de lo que nos pasó con Alan García en su primer gobierno. Nos hundimos peor. Realmente, será mejor olvidarnos de una medida de tal naturaleza.

Entonces, de dónde va a salir la plata para las carreteras que requieren las regiones, cuya construcción o mejoramiento alcanzan cifras millonarias. Obviamente, después de lo dicho, yo no esperaría mucho del gobierno central.

Hay que pensar en la alternativa de las concesiones. Que consorcios privados realicen las inversiones en la pavimentación y mantenimiento de las carreteras, y que éstos recuperen su inversión a través del peaje, el cual podría establecerse tomando como referencia el sobre costo que implica recorrer las carreteras en mal estado, y – sobretodo – tan inseguras, tanto por el lado de los accidentes, como por el lado de los asaltos.

Ahora bien; parece que la construcción y mejoramiento de carreteras requerirá de mayores aportes. A ese respecto, está el tema de la cooperación internacional. De ahí también se puede sacar alguito. En vez de donaciones en alimentos – que dicho sea de paso, no necesitamos – y otros programas de tipo asistencial, pues que se destinen también dichos fondos en la construcción y mejoramiento de las carreteras del país.

Que quede claro; todo el potencial turístico, agropecuario, forestal, minero, pesquero e industrial que tienen las regiones no tiene valor si éstas no cuentan con buenas carreteras que permitan una vinculación eficiente con el mercado. En otras palabras, la prioridad suprema de nuestros paisanos del interior es una, y tiene nombre propio: carreteras.

Todo lo demás es – por el momento – irrelevante.

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