Investigadores de la Universidad de Illinois descubrieron en un estudio diseñado para determinar si la nutrición de las abejas es uno de los factores del Síndrome de colapso de las colmenas (CCD, por sus siglas en ingles), que hay diferencias significativas en la actividad genética de las abejas y el tipo de alimentación que tienen estos insectos.La investigación, publicada en la página web de la revista científica Scientific Reports, se enfocó especialmente en evaluar el tejido de almacenamiento de energía de las abejas llamado “cuerpo graso”, que tiene la misma función que los tejidos grasos presentes en los humanos y otros vertebrados.Gene Robinson, investigador del estudio, profesor de entomología de la Universidad de Illinois y director del Instituto de Biología genómica, explicó a través de un comunicado que el cuerpo graso es un tejido particularmente interesante de examinar.Algunos apicultores tienden a alimentar con sacarosa o jarabe de maíz de alta fructosa a sus abejas durante períodos de escasez de néctar. Sin embargo, algunos han desacreditado esta práctica debido a la difusión del CCD.Los investigadores se propusieron determinar si la inadecuada nutrición es un factor en la declinación de este insecto. Para ello, evaluaron sólo a las abejas pecoreadoras, ya que tienen una mayor tasa metabólica y menos reservas de energía en forma de lípidos de reserva que las abejas que están dentro de la colmena, y teóricamente son más sensibles a los efectos de diferentes fuentes de carbohidratos.En los resultados se encontró que las abejas alimentadas con miel tienen un perfil de actividad genética muy distinto en el cuerpo graso al de las abejas alimentadas con jarabe de maíz de alta fructosa o sacarosa. Además aquellas diferencias se mantuvieron en una colmena experimental que estaba infectada con el virus de las alas deformes.Algunos de los genes afectados por los cambios en la dieta incluyeron a los relacionados con el metabolismo de las proteínas, señales cerebrales y sistema inmune. Este último respalda los resultados de una investigación realizada previamente, donde se relaciona a algunas sustancias presentes en la miel con el aumento de la actividad en genes que ayudan a las abejas a descomponer sustancias toxicas.Robinson agregó, que sus resultados además muestran que la miel induce cambios en la expresión genética en una escala más global y que ahora es importantes investigar si esos cambios pueden afectar la salud de las abejas”.


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